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domingo, 12 de agosto de 2012

Ser


Lazos estrechos entre mis semejante, sueños equiparables a los de la vida, tiempo escaso con pasos de gigante, el reloj de arena abrió nuevos heridas.

La grieta de mi mente exterioriza mis sentidos, tan sólo eran pensamientos tras una larga noche, ojos rojos, mente lúcida, la calma de la noche despierta a mi musa. Detengo el vaivén de mi actividad y decido paulatinamente poner los pies sobre la realidad; me deslizo por la escalinata de mi ser, directo a la cocina para ver que puedo comer. Abro la nevera y cierro mis sentidos, por puro azar elijo lo que deseo, botella de whisky y unos cereales, buen brebaje, algo líquido para que destruya la estructura sólida de mis males. La cabeza me da vueltas entorno a mi órbita, me siento desorientado, perdí las coordenadas de mis pasos, aún así, decido salir, al menos para enfriar mi cuerpo y calentar mi mente. Nada más salir, diviso el sol en el horizonte, los rayos aclaman la libertad que tanto ansía la mañana, la noche anterior ha sido fría pero el día presenta su antítesis. La calle está vacía, las casa llenas, con los ojos despiertos recién levantados, y la mente aún algo dormida, me siento un fantasma entre los reflejos que eliminan las ventanas, la luz sólo refleja el contorno de mi silueta, recuerdo que he sido demasiadas cosas en mi vida, pero nunca he sido realmente yo. Pienso, es triste pensar así, pero en el fondo no me entristece ser como soy, mientras esté cómodo con mi ser que más da lo triste que me puedan llegar a ver. Con el paso del tiempo he aprendido, que la percepción es muy escéptica y subjetiva, no importa cómo veas a los otros, al contrario, ellos tienen que mostrar la imagen de su ser y tú tan sólo tienes que recordarla, lástima que muchos muestren una de las múltiples que tienen. Yo a veces intento mostrar la única que tengo, si no me conocen, es porqué no han sabido percibir bien la imagen que yo les mostré. Es un proceso sencillo, te ayuda a encajar en según qué sitio y saber que persona es bondadosa y cual no.

Sigo en pie por el asfalto, decido coger el metro, el primero que sale, escucho los punteos de un guitarrista, alzo una moneda al aire y decido mi siguiente destino con tan solo las dos caras del cobre. Mi destino me depara a un lugar lúgubre, pequeño y cerrado, sigue sonando la misma sintonía del guitarrista en mi sesera, la música muestra su lado oscuro, puedo palparla como palpo las paredes frías de la habitación que me rodea por la cuál entré y no salí, puedo entrever su luz por las rendijas de la ventana, puedo sentirla como si yo la tocara.  

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