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lunes, 13 de septiembre de 2010

El lado oscuro

Siempre trato de tocar las partituras de mis entrañas para que me expliquen porqué todo lado oscuro está dotado de la cálida claridad con la que solemos abrir nuestros ojos cada amanecer.

Verás, todo empezó cuando sentí que en mis fosas nasales penetraba un olor peculiar fuera de lo normal. Éste me produjo un malestar intrínseco, que me hizo asociar todo lo que percibía mi córnea con aquel olor estremecedor. Todo aquello cambió cuando de pronto mis sentidos se agudizaron y proyectaron en mi una imagen jamás vista por aquella joven mirada. Al principio no supe qué decir, traté de calmar mis nervios con un poco de autocompasión, era ya el alba, y mis emociones no eran del todo nítidas debido a la alta ingesta de alcohol. Llevaba tres noches en vela a causa de mi alta activación mental y no quería llegar al extremo de pensar que estaba delirando. Esa duda se esfumó cuando de pronto ella misma me afirmó que no era así. Mi constante confusión entre la realidad y la fantasía había mermado; ella había dicho que esto era real y, ¿Cómo no iba a serlo?
Eso mismo pensé yo cuando impuso su saber frente a la creencia de mi delirio. Estaba tan convencida de que así era que no podía oponer resistencia ante tales argumentos tan bien elaborados. Decidí seguir hablando con ella, durante un buen rato filosofamos sobre la vida y de nuestros problemas, tenía la rara sensación de que conectaba con ella y que me comprendía.
Desde siempre, yo había sido este tipo de persona que no es acorde a los parámetros establecidos en esta sociedad. No había estudiado, había trabajado en múltiples oficios y de todos me habían despedido por falta de interés y por ser apático.  Pero de pronto mi vida dio un giro de 365 grados y como dice Nietzsche, “no hay nada fuera del todo”, pasé de tener una vida en nada, a llenar mi vida con algo de todo, me hice prosista. Cada noche sumido en mi delirio deleitaba a las páginas blancas de mi cuaderno con unas pinceladas de tinta, mientras recorría los paisajes más recónditos de mi mente. Así fue como encontré mi espacio y libertad con la escritura, y así logré que alguien me comprendiera, ese alguien era yo mismo. Y ahora, de repente, le contaba que, esa compresión la había hallado en ella misma, capaz de reflejar mis emociones como un espejo.
Después de hacerle una sinopsis de mi vida, seguí compartiendo palabras e ideas con ella hasta que de repente noté algo extraño en su forma de ser. Se había vuelto antagonista a su ego, toda ella era contraria a sus creencias, era alter ego.
Medité, pensé y medité pero no encontré el porqué de esta situación…

El sudor empapaba mi frente y se deslizaba por la piel de mis mejillas. Sentía una fuerte jaqueca y tenía la lengua áspera.  Aún no recuerdo como había llegado hasta mi posada. Sólo contenía una imagen nítida en mis tempranos recuerdos y era la de yo tomando una sustancia que se asemejaba al LSD. Ahora, todo era oscuro, no había ni pizca de claridad de la que tanto ansiaba.

Sergio Martínez Martin