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lunes, 10 de octubre de 2011

ROSTROS: UNA HISTORIA PROFUNDA


  • Detrás de cada rostro hay una larga historia” - Dijo aquel joven sin represalias, a pesar de conocer las consecuencias de sus actos. Caviló durante unos instantes cegándose por la literatura y la filosofía, mezclando aquella falta de relaciones con misantropía; traspasando las líneas de su propia voluntad arrojó al vacío una vida llena de recuerdos que le había llenado durante toda su infancia. No así, decidió postrarse y mirar fijamente a la persona con la que estaba manteniendo la conversación. Él, que no era persona de mirar a los ojos, tenía miedo de que sus mensajes se escaparan a través de su mirada; a la vez que él escuchaba sus pensamientos, volteaban por su cabeza, rodeaban su cornea hasta postrarse en él y encontrar el lugar adecuado para recrearse.
  • ¿Cómo puedes llegar a semejante conclusión? Tú ni siquiera miras los rostros, automáticamente profundizas en la persona - Dijo su compañero.
  • Por eso mismo me reitero. Cuando yo veo un rostro no veo labios, ojos, facciones.. veo recuerdos, llantos, sufrimiento, tristeza, placeres. Pero, para divisar todo eso debo analizar antes la superficie ya que, sin ella nada tendría sentido.”
  • Entonces afirmas que el rostro es la parte fundamental e importante para entender una historia.”
  • Verás, creo que no me he explicado con suficiente claridez. No creo que sea una parte fundamental e importante, de hecho, pienso que es la que menos tiene. La importancia se rige en la profundidad de éste, cuando tu llegas al fondo de un asunto no acostumbras a pensar en la importancia del primer paso si no en la relevancia que ha tenido el último. El rostro es tan sólo una pieza clave del rompecabezas en el que se encuentra”.
Instantes después de acabar su discurso se sumió en un sueño profundo. Onironauta le llamaban, capaz de transcribir esos sueños en historias francamente reales e interesantes. Su compañero quedó consternado, sin saber que hacer o decir, quedóse carente de reacciones. Tenía las manos paralizadas, el brazo engarrotado y el ceño fruncido. De repente el joven Dante despertó y sin darle importancia alguna siguió su curso sin mirar atrás.
  • Espera! A dónde te diriges? Qué te ha pasado? - Dijo Merrick sin entender lo que sucedía.
  • Nunca tuve rumbo, no me enseñaron a tenerlo. Mi vida siempre ha girado en torno a mi enfermedad y a mi pasión por analizar la profundidad de las personas. De tal manera que he llegado a transcribir esa historia junto con mis sueños en hojas blancas. En el mar de los silencios he captado cada momento para introducirlo en el cortometraje de una largo camino, pero hace poco me sucedió algo, había algo que no acababa de encajar con mis percepciones. Desde hace días en cada semblante que analizo hallo más superficialidad que en el anterior. Es como si la indiferencia se hubiese apoderado de cada uno de aquellos cuerpos y no expresasen nada, ni siquiera profundizando en ellos.
  • Que hipótesis extrajiste de éste supuesto cambio?

  • Nietzsche una vez escribió “cuerpo soy y alma”. Un sabio desconocido se esconde detrás de cada uno de nosotros, éste nos da forma y expresión, nos eleva a un mundo mejor. Pero ese sabio no emerge, hemos dejado de ser nosotros mismos, peor, no hemos llegado a serlo. Hemos sido nuestros bienes, nuestro materialismo, nuestro consumismo. Hemos ido en dirección contraria a la que va nuestra alma, escapando de las profundidades de nuestro ser para alardear de cosas que nos hacen totalmente superficiales e hipócritas.
    El intento de llenar nuestro vació con algo inútil ha fracasado, nuestro yo ha sucumbido en manos de nuestra avaricia, la vanidad nos ha corrompido rompiéndonos en mil pedazos y hemos apuñalado por la espalda a quien nos tuvo en su regazo. Nuestro amor supremo se ha tornado tangible, nuestro surrealismo invisible y nuestro arte deambula sin rumbo desfallecido en busca de la expresión con la que solía llenarnos.
    Por eso, clamo al arte para que se apodere de nuestra alma. La única manera para emerger de nuestras profundidades, aquello que realmente deseamos y que en su momento presos de la codicia, nos arrebataron.



Sergio Martínez Martin.



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